En un mundo
donde las nuevas tecnologías posibilitaron la producción independiente y se acrecentó
la oferta a niveles exponenciales, cuesta encontrar un disco que te atrape a
primera escucha.
Si nos
pusiéramos a enumerar los discos que te hagan hervir la sangre desde el primer segundo, cada uno
tendría su propia lista.
A partir
del viernes 3 de julio, la mía cuenta con un nuevo título de
Entierro Prematuro, banda punk oriunda de Lanús.
Su trabajo
anterior, "Crecen los Gritos", databa de 2013 y había dejado la vara muy alta, por lo que la
expectativa era elevada. Más aún, teniendo en cuenta los últimos recitales donde anticiparon algunas canciones.
Y lo hacen en poco más
de media hora y diez temas que impecablemente grabados, con un
sonido excelente, a cargo de Nicolás Villafañe y los asistentes: Marcelo Belen
y Agustín Perrotta.
La
producción artística estuvo a cargo de la propia banda y el arte de tapa es obra de
Max Vadalá.
"Utopías en
la Paranoia" demuestra el gran momento que están viviendo y se alejan de la zona de confort del
género para adentrarse en otras aguas como el grunge, el rock alternativo y la
psicodelia de los ‘70 en “Si Me Alcanza” y la balada heavy en la sublime “Diferencias".
Desde el
primer tema, “Abusos y Gatillos” salen con todo. Con un arsenal de potentes y logradas composiciones que sirven de base para apuntalar unas letras crudas, combativas y
de denuncia social que no pierden la luz de esperanza y el empuje.
Es difícil
encontrar algún tema que destaque en esta selección de gran nivel, con la
solidez de una batería impetuosa, a cargo de Agustín Rodríguez, contundente y con sutiles
arreglos que aportan los matices que cada canción necesita. El sonido que le
supieron imprimir a cada parche es fabuloso. El bombo te golpea en el pecho como el
rugiente marcapasos que inicia la ebullición sanguínea.
En el bajo
y voz está Esteban Ravale, quien dispara bases firmes con arreglos precisos,
casi quirúrgicos, al servicio de cada composición. Filoso por momentos y con alguna
distorsión en otros, pero siempre hermanándose con la batería para
crear una fortaleza inexpugnable.
Las guitarras
levantan vuelo y se florean en los dedos de Gabriel Fernández, quien también
participa en los coros y algunas voces, además de dibujar magia en cada intervención. Sus suaves pinceladas en los momentos calmos y excitantes despliegues volcánicos
en los momentos más álgidos te harán levantar vuelo para tomar dimensión de la obra que estás disfrutando.
Toda esta
orquestación da paso a unas voces potentes, seguras de sí mismas y con peso propio. Como en el
tango: que no se canta, sino que se dice. En estas diez canciones no se canta.
Se dice y se vive. Te contagian, te hacen hervir la sangre y tienen
los matices perfectos que cada tema necesita. Y no se quedan allí, sino que aportan interesantísimos arreglos armónicos a lo largo de un disco que te abofetea con
la contundencia de aquellos que prometen erigirse como clásicos.
*Fotos por Antonella Delle Donne.
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