Diego Recalde es escritor, periodista y director de cine. Fue notero y columnista de programas tales como Caiga Quien Caiga y Duro de Domar, por citar algunos. Hizo lo propio como guionista de Roberto Pettinato, Andy Kusnetzoff, Sebastián Borenzstein y Televisión Registrada, por mencionar algunos de sus trabajos. Ha incursionado en el humor gráfico para La Razón, La Nación y actualmente lo hace para el diario Perfil.
Además de su trayectoria, es conocido por su fanatismo por el Doctor Tangalanga. Ese amor por su obra lo llevó a realizar un exhaustivo trabajo de investigación para dar con las víctimas de los llamados.
El resultado, tres películas impecablemente editadas, ideal para fanáticos y también para quienes alguna vez disfrutaron con las irreverentes ocurrencias del hombre detrás del teléfono.
Con el objeto de interiorizarnos más sobre este pavoroso asunto, estuvimos conversando con Diego.
El
primer llamado que escuché, creo, porque la memoria para esto y tantos casos suele
ser falaz, fue Junín y Santa Fe. Pero, no me fío del todo de mi respuesta. Sí
recuerdo perfectamente cómo lo conocí. Una tarde del mes de abril, iba
caminando por la avenida Corrientes cuando, de repente, accidentalmente,
escucho una voz. Fue en un kiosco. Él estaba antes que yo, creo que comprando
una agua tónica y, obvio que por el tono, era él. Físicamente no tenía la más puta
idea de cómo era. Sabía que era pelado. Este era el único dato antropométrico
que me había llegado. Curiosamente, el tipo que estaba comprando el agua
tónica, como para darle más veracidad a lo que mis ojos estaban viendo, además
de hablar como el, no tenía un sólo pelo. Decidí seguirlo unos metros y lo
abordé, con algo de rubor. A ver si estaba metiendo la pata y el tipo no era. Le
pregunté y era Tangalanga nomás. Dato de color. Un amigo con el que compartíamos
esta admiración y, por ende, el deseo de conocerlo, me dijo que lo habíamos visto
antes, que él me lo había señalado y que efectivamente ése al que su dedo había
apuntado era el Doctor. Pero a mí siempre me quedó la duda porque el marco en
el que, supuestamente, lo vimos fue alocado y no nos animamos a abordarlo.
¿Qué dificultades o inconvenientes se te
plantearon durante la realización de las películas?
La mayor
dificultad con la que me topé es que disponía de muy pocas pistas. Un nombre,
un apellido, una calle que aparecía mencionada en los cassettes. Porque en los
cassettes aparecen muy pocos datos. Yo tengo la suerte de contar con los más viejos, los primeros que circularon sin ningún tipo de edición,
donde estaba el nombre o apellido de la víctima, la calle en la que vivían,
pero no más que eso. Con esas pocas pistas que disponía, me convertí en
detective y salí a la calle a buscarlos. Por eso tardé cinco años. Lo bueno es
que en ese lapso logré encontrar a la mayoría de las víctimas que buscaba. Y no
sólo eso. Lo bueno es que volví al periodismo puro, al de calle, donde le
preguntás a los vecinos, sin quedarte sentadito en tu casa quedándote solamente
con la data que encontrás por google porque en la web, no había casi nada... Te
cuento un caso, que explica casi todos los datos, para que veas cómo trabajaba.
Víctima el plomero: El emblemático de Junín y Santa Fe. En ese llamado
hay cuatro pistas: Que el plomero se llama José. Que lo contrató un encargado
llamado Carlos, que hizo un trabajo de plomería en Junín y Santa Fe y que es de
la zona oeste. Pues bien, ¿qué hice? Me fui a la calle Junín y la recorrí desde
Junín y Juncal hasta Junín y Córdoba tocando todos los porteros eléctricos de
todos los edificios preguntando si conocían a un plomero llamado José y a un
encargado llamado Carlos. Por supuesto que no lo encontré la primera vez que
fui. Lo encontré la número diez porque recorrí esa calle en distintos días y
horarios. Este caso te diría que cuenta todos los casos.
¿Cuál fue el punto de partida del documental?
¿La primera víctima que contactaste?
Empecé
este documental porque Tangalanga más que una herida abierta era una risa
abierta que tenía dentro mío y necesitaba que cerrara. Yo crecí escuchando los
cassettes clandestinos de Tangalanga a tal punto de saberme muchos llamados de
memoria, y repetirlos como en un Radamán. Durante muchos años de mi vida me
dormía escuchando esos cassettes, para despertarme riendo. Mi obsesión llegó a
tal grado de locura que cuando iba a bailar y encaraba una chica, aparte de las
consabidas preguntas estudiás o trabajás, o de qué signo sos, mi tercera
pregunta era si le gustaba Tangalanga. Lo bueno es que en la medida en que me
fui relacionando con otras personas, me di cuenta de que no era el único que
estaba preso de tan insólita obsesión. Había muchos otros a los que le pasaba
lo mismo que a mí. En aquel entonces, cuando escuchaba esos cassettes, como
todos, quería conocerlo al Doctor, que en aquél entonces para mí era Tarufetti
y era el líder de nuestra secta. Pero también como muchos, quería conocer a las
víctimas.
Quería saber dónde vivían, cómo vivían… En ese entonces no me animé a
rastrearlas. Pero ya se sabe que la obsesión es más fuerte que el amor. Y tarde
o temprano viene por vos. Es por eso que después de casi treinta años,
acorralado por la asignatura pendiente, me decidí y salí a buscarlas. Aunque la
primera de todas me la topé accidentalmente, porque se trataba de una víctima a
la que yo había convocado con otro propósito: hacer un documental sobre Luis
Alberto Spinetta. Y él era amigo de Luis. Tan amigo que Luis, el fanático
número uno del Doctor, le pasó su teléfono para que lo cachara. Estoy hablando
de Francisco, el del taller mecánico. Un tipo muy lúcido con el que aún hoy
sigo relacionado. En realidad sigo en contacto con casi todas las víctimas. Y
esto es también una de las cosas más maravillosas que me pasaron. Generé, sin
buscarlo, un vinculo que aún hoy sigo sosteniendo. Que, como no podía ser de
otra forma, al principio esas misma víctimas tenían miedo de que fuese a verlos
para burlarme por segunda vez. Cuando se daban cuenta de que no, de que en
realidad yo estaba ahí para darles en primer lugar el derecho a réplica que
nadie nunca les había dado, se relajaban y hasta incluso disfrutaban. Además,
les causaba mucha gracia que les dijera que ellos también habían pasado a la
inmortalidad porque el Doctor, al ser hoy un inmortal, se los había llevado
consigo.
¿Te quedó alguna pendiente, que te hubiera
gustado entrevistar?
Sí,
Carlos Alberto Giordano, el vendedor de budas. Carlos, si me estás leyendo,
escribime a: diegorecalde@fibertel.com.ar
Sí, la
estoy haciendo. Ya encontré a casi todas las víctimas que me faltaban hallar
aunque es una película que esconde una finalidad: que se le construya un
monumento al Doctor. ¿Por qué? Porque se lo merece. Es uno de los cómicos más
originales que dio la Argentina. Para eso ya vengo desde hacé tiempo
hinchándole las pelotas a Larreta que, por suerte, me prometió que lo iba a
hacer.
¿Cómo sería el Dr. en estos tiempos? ¿Creés
que tendría más complicaciones en esta época?
El
formato expresivo que el Doctor nos legó hoy sería inviable. Esto fue posible
en los años ochenta. Época en la que no existía el INADI, ni el identificador
de llamadas, ni la paranoia colectiva que hace que la persona que está del otro
lado del teléfono hoy enseguida te corte por temor a revelarte algún dato
personal. Además, su humor, por momentos, es ofensivo y homofóbico, propio de
la época en que surgió. No olvidemos que el Doctor nació a principios del siglo
veinte. Era otros prejuicios los que atravesaban a esta generación. Pero aún,
tiene un costado de disparate que es el que yo rescato y siempre rescataré, que
lo elevó por encima de la media. En aquel entonces en Argentina nadie apostaba
por el humor absurdo. Y él lo hizo. Y no sólo eso. Empezó en el año 1959, con
lo cual podríamos decir que hasta inventó la “cámara oculta”. Esto de grabar a
alguien sin que el otro sepa, para mofarnos de su reacción. Cosa que no es
menor. Porque con todo lo que hoy tiene de criticable, también tiene su parte buena.
Nos entrega a los que estamos del otro lado reacciones genuinas, irrepetibles y
viscerables. Por ende, imperecederas.
¿Dónde y cómo se pueden ver y conseguir las
películas y el libro?
Que me escriban a: diegorecalde@fibertel.com.ar
Son
donaciones que vienen muy bien para poder terminar la cuarta parte.
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